Bienaventuranzas de los ancianos
Como miembros de un carisma dedicado a la educación de los niños y de los jóvenes, son ellos los destinatarios naturales de nuestras miradas y atenciones. Sin embargo, presentamos hoy estas hermosas “bienaventuranzas” escritas por el Hno. Robert Langlois (fallecido el pasado mes de octubre en Canadá, a la edad de 92 años).
Por un lado son un testimonio de la profunda espiritualidad que animaba al Hno. Roberto. Seguramente son fruto de su propia experiencia llevada a la oración, y una inspiración que le permitió sentir el amor de Dios en medio de los achaques y limitaciones.
Por otro lado pueden ayudarnos a nosotros o a otras personas que conozcamos (tal vez los abuelos de nuestros alumnos, que cumplen un rol fundamental en las familias) a mirar la ancianidad como Dios la ve: como un camino para prepararnos mejor para ir a su encuentro, un camino lleno de sentido y de felicidad en el Señor.
BIENAVENTURANZAS DE LOS ANCIANOS
Hermano Robert Langlois s.c.
- Bienaventurados queridos ancianos cuando las fuerzas les disminuyan,
porque podrán apoyarse más en mí.
- Bienaventurados hermanos mayores cuya memoria es débil,
porque se olvidarán de las molestias de la vida.
- Bienaventurados ustedes, hermanos con paso lento y doloroso,
porque podré apoyar sus pasos inseguros.
- Bienaventurados, compañeros con los oídos un poco sordos,
porque las palabras despectivas no llegarán a su alma.
- Bienaventurados hermanos mayores con visión declinante,
porque con los ojos del corazón verán de una manera sorprendente.
- Bienaventurados hermanos con el corazón llorando,
porque podrán comulgar con mis penas.
- Benditos siempre los que están jubilados,
porque podrán experimentar la aridez de mi vida en el desierto.
- Bienaventurados todos ustedes que creen que son inútiles y pobres,
porque nunca han hecho tanto por el Reino.
- Bienaventurados compañeros afligidos cuyo corazón se estremece,
porque mi corazón se abre de par en par para su última ofrenda.
- Bienaventurados queridos minusválidos necesitados del cuidado de los demás,
porque permiten que florezca la caridad en nuestras vidas.
- Alégrense cuando el dolor los asalte,
porque se asemejan al Hijo del hombre.
- Alégrense cuando el sueño huye de sus noches,
porque se parecen a mi Padre que nunca se duerme.
- Regocíjense hermanos a quienes el acercamiento de la muerte les aterra,
porque seré su compañero en la morada eterna.
- Canten con alegría a pesar de sus cuerpos cansados,
porque el alma tiene el don de ignorar las arrugas y los años.